No siempre llega en forma de lágrimas, ni de una crisis evidente. A veces el cansancio emocional se presenta de manera silenciosa, casi imperceptible, camuflado entre responsabilidades, rutinas y “estoy bien” automáticos.
Es ese agotamiento que no se quita durmiendo y que, sin darnos cuenta, comienza a ocupar espacio dentro de nosotros.
Hoy quiero hablarte de ese cansancio que no siempre sabemos nombrar, pero que el cuerpo y el corazón sienten profundamente.
¿Qué es realmente el cansancio emocional?
Es la acumulación de pequeñas tensiones, decisiones difíciles, preocupaciones sin resolver y exigencias internas que vamos guardando día tras día.
No siempre viene de grandes problemas; a veces proviene de sostener demasiado por demasiado tiempo. Es el peso de no darte permiso para parar.
Señales de que podrías estar emocionalmente agotado/a y que muchas personas pasan por alto:
1. Te sientes “desconectado/a” de ti mismo
Como si fueras en piloto automático. Haces las cosas que tienes que hacer, pero sin energía emocional para involucrarte.
2. Irritabilidad sin razón aparente
Estallas por cosas pequeñas o sientes que tu paciencia se evapora rápido. No es mal humor: es saturación.
3. Todo te cuesta un poco más
Desde contestar mensajes hasta tomar decisiones simples.
4. Te falta ilusión o motivación
Incluso actividades que antes disfrutabas ahora se sienten pesadas o neutras.
5. Necesitas más aislamiento del habitual
No porque no quieras a otros, sino porque no te sobra energía para socializar.
6. Te cuesta descansar de verdad
Duermes, pero no te sientes recuperado/a. Tu descanso físico no alcanza para lo emocional.
¿Por qué aparece este cansancio?
- Por asumir responsabilidades que no te corresponden.
- Por sostener emocionalmente a otros sin tener espacio para ti.
- Por vivir en alerta constante.
- Por exigirte perfección o productividad continua.
- Por no permitirte sentir lo que realmente sientes.
Este cansancio no te convierte en débil. Te convierte en humano.
¿Qué puedes hacer para empezar a recuperarte?
Aquí no hay soluciones mágicas, pero sí pasos pequeños que abren espacio para que vuelvas a respirar:
1. Haz pausas reales y obligatorias
Dos minutos para respirar, estirarte o simplemente quedarte quieto pueden cambiar el ritmo del día.
2. Nómbralo
Decir “me siento saturado/a” ya es liberador. Le pone fin a la negación.
3. Baja el nivel de exigencia
Haz lo necesario, no lo perfecto. Tu energía es valiosa.
4. Habla con alguien de confianza
Compartir aligera. No tienes que cargar solo/a.
5. Cultiva momentos de silencio emocional
Leer, caminar despacio, tomar un café sin hacer nada más.
El sistema nervioso también necesita calma.
RECORDATORIO FINAL 💛
Si esto resuena contigo, quiero que sepas algo:
No es flojera. No es “ser dramático/a”. Es tu cuerpo y tu vida pidiéndote suavidad.
Añadir comentario
Comentarios
Si que es verdad que a veces confundimos cansancio físico con cansancio psiquico.
Esta muy bien descrito para poder distinguirlo y asi intentar reducirlo.